jueves, 10 de septiembre de 2015

Cuando una chica es más guapa que otra, empiezan los problemas

Lucía y Andrea salen de casa una tarde de verano.

Las dos llevan vestidos cortos, una de flores, y otra de lunares.

Lucía y Andrea se compraron esos vestidos en la misma tienda hace tan sólo unas horas.

Las dos son impacientes.

A las dos les gusta ponerse en seguida lo que se compran y salir a pasear con la nueva prenda para sentirse bonitas y poderosas.

Lucía y Andrea tienen la misma talla, y a veces, incluso, se intercambian las prendas.

A Lucía le gusta mucho ponerse la ropa de Andrea.

A Andrea no le hace tanta ilusión.

De hecho, Andrea suele sentir celos de cómo le quedan los vestidos a Lucía.

“¿Cómo es posible que a ella le queden mejor que a mí, si yo soy mucho más joven?”, piensa.

“¿Por qué ella se ve más bonita que yo la mayoría de las veces?”, solloza.

“¿Qué puedo hacer para ser como Lucía, o mejor que ella?”, se lamenta.

Pero ahora Lucía y Andrea pasean por el centro de la ciudad, de camino a alguna terraza donde tomarán una horchata.

A cada paso, Andrea se fija en las miradas de los hombres.

Miran a Lucía, por supuesto.

Le miran las piernas y le miran las tetas, y Andrea siente vergüenza de que eso ocurra.

Cuando al fin llegan a una terraza, Lucía se mete al bar para saludar a unos amigos, y Andrea se queda sentada, esperando bajo el sol.

De pronto un chico muy joven y muy guapo se acerca a ella y esboza una sonrisa.

—¿Oye, preciosa, luego me presentarías a tu amiga?

Andrea resopla porque no se cree que esto le esté pasando otra vez.

Y mirando para otro lado refunfuña:

—Es mi madre, no mi amiga.

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