Padre se suicida para salvar la vida de su hijo, su historia te hará llorar
El amor de los padres por sus hijos es una de las fuerzas más poderosas en el mundo; puede superar cualquier deseo, cualquier emoción…y hasta el instinto más básico: preservar nuestra propia vida. Esta historia es una muestra de ello.
En el estado de San Luis Potosí, Pedro Escamilla de 37 años recibió una terrible noticia: su hijo Roberto, de apenas 7 años, había sido diagnosticado con Leucemia.
Un sentimiento horrible para cualquier padre, los doctores le dijeron que no se preocupara: aunque era grave, lo habían detectado a tiempo y si le aplicaban el tratamiento enseguida aún tenía muchas oportunidades de sobrevivir.
Solo había un pequeño problema: el seguro del señor Escamilla no cubría una enfermedad tan grave para su hijo. Los ahorros que tenía eran mínimos, y aunque la salud de su hijo tenía prioridad aún estaban los pagos de su hogar y su hija recién nacida, Violeta.Pedro fue a un banco, donde le dieron un préstamo de apenas 10mil pesos: suficiente para apenas una sesión. Pidió a sus familiares, amigos, hasta organizó rifas…y casi llegó a la segunda sesión. Aunque tenía un trabajo estable como gerente en una fábrica de la localidad, ni un aumento de sueldo ni su jefe le ayudaron para obtener más.
Sin embargo, había una prestación de la fábrica que sí tenía, nunca había usado y pensó nunca usaría: el seguro de vida de 2 millones de pesos.
La única forma de cobrar ese dinero era por muerte natural…o accidental. El seguro parecía algo inútil al principio, pero después de dos meses y con su hijo ya perdiendo una sesión de quimioterapia por falta de pago, Pedro estaba desesperado.
Le dio al doctor que pronto recibiría el dinero, firmó un pagaré y pidió que empezaran con la tercera sesión. Se despidió de su hijo, le prometió que pronto se verían y regreso a su hogar, en donde vio una película con su hija y se acostó con su esposa…por un par de horas. Una vez dormida, bajó a la cochera.
Tomó su auto, un sencillo Corolla del 2001, y cortó el cable de los frenos. Según una carta que le dejó a su esposa, conduciría con mucho cuidado hasta la autopista…en donde aceleró hasta que el choque contra un poste terminó con su vida.
La aseguradora no quería dar el dinero, argumentando que era un obvio intento de suicido, pues el daño al carro no parecía natural. La esposa de Pedro, Isabel Escamillia, nunca reveló la verdad, pues no quería que la muerte de su esposo fuera en vano.
La aseguradora al final hizo el pago, y el pequeño Roberto aún vive. Tres años después envió esta carta a un periódico local para contar la historia de su padre, en donde pide que no lo juzguen por el suicidio o por engañar a la aseguradora: al final todo lo hizo porque su hijo pudiera disfrutar más tiempo antes de que lo acompañe con Dios.
No debeos juzgar a Pedro: cierto, un suicidio siempre es algo horrible, y aunque sea una gran corporación no está bien engañar por dinero, pero hay algo más importante: todo lo que se hace por amor está más allá del bien y el mal, y nada puede superar el amor de un padre por su hijo.
Si te gustó la historia y crees que puede inspirar a alguien, no olvides COMPARTIRLA.
El rostro y los nombres de las personas implicadas en esta historia han sido cambiados con el objetivo de proteger su privacidad.
En el estado de San Luis Potosí, Pedro Escamilla de 37 años recibió una terrible noticia: su hijo Roberto, de apenas 7 años, había sido diagnosticado con Leucemia.
Solo había un pequeño problema: el seguro del señor Escamilla no cubría una enfermedad tan grave para su hijo. Los ahorros que tenía eran mínimos, y aunque la salud de su hijo tenía prioridad aún estaban los pagos de su hogar y su hija recién nacida, Violeta.Pedro fue a un banco, donde le dieron un préstamo de apenas 10mil pesos: suficiente para apenas una sesión. Pidió a sus familiares, amigos, hasta organizó rifas…y casi llegó a la segunda sesión. Aunque tenía un trabajo estable como gerente en una fábrica de la localidad, ni un aumento de sueldo ni su jefe le ayudaron para obtener más.
Sin embargo, había una prestación de la fábrica que sí tenía, nunca había usado y pensó nunca usaría: el seguro de vida de 2 millones de pesos.
La única forma de cobrar ese dinero era por muerte natural…o accidental. El seguro parecía algo inútil al principio, pero después de dos meses y con su hijo ya perdiendo una sesión de quimioterapia por falta de pago, Pedro estaba desesperado.
Le dio al doctor que pronto recibiría el dinero, firmó un pagaré y pidió que empezaran con la tercera sesión. Se despidió de su hijo, le prometió que pronto se verían y regreso a su hogar, en donde vio una película con su hija y se acostó con su esposa…por un par de horas. Una vez dormida, bajó a la cochera.
La aseguradora no quería dar el dinero, argumentando que era un obvio intento de suicido, pues el daño al carro no parecía natural. La esposa de Pedro, Isabel Escamillia, nunca reveló la verdad, pues no quería que la muerte de su esposo fuera en vano.
La aseguradora al final hizo el pago, y el pequeño Roberto aún vive. Tres años después envió esta carta a un periódico local para contar la historia de su padre, en donde pide que no lo juzguen por el suicidio o por engañar a la aseguradora: al final todo lo hizo porque su hijo pudiera disfrutar más tiempo antes de que lo acompañe con Dios.
No debeos juzgar a Pedro: cierto, un suicidio siempre es algo horrible, y aunque sea una gran corporación no está bien engañar por dinero, pero hay algo más importante: todo lo que se hace por amor está más allá del bien y el mal, y nada puede superar el amor de un padre por su hijo.
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El rostro y los nombres de las personas implicadas en esta historia han sido cambiados con el objetivo de proteger su privacidad.